jueves, 10 de septiembre de 2009

Deinococcus radiodurans:La bacteria astronauta


Puede que el futuro de la colonización espacial esté en manos de una pequeña bacteria extremófila llamada Deinococcus radiodurans. Es el organismo conocido más resistente a la radiación. Mientras que una dosis de 10 Gy basta matar a un humano, la D. radiodurans puede resistir dosis de hasta 5000 Gy sin despeinarse. Los experimentos realizados en distintos laboratorios demuestran que, en una colonia de estas bacterias que reciba una dosis de 15000 Gy, solo mueren el 37% de sus ejemplares. Además, pueden sobrevivir en condiciones extremas de calor, frío, deshidratación y vacío.Los humanos somos particularmente débiles. Basta un poco de frio o calor para mandarnos al camposanto. Niveles relativamente modestos de radiación hacen que nos convirtamos en una masa de tumores, y el vacío del espacio nos deja rápidamente fuera de combate. A la hora de conquistar el espacio, debemos protegernos de todos esos elementos mediante pesados y costos trajes, que además limitan bastante nuestro ya de por sí torpes movimientos. Pero en nuestro planeta hay organismos, mucho mas modestos (y generalmente ignorados) que pueden resistir las condiciones reinantes en casi todos los rincones del sistema solar: las bacterias extremófilas.Las bacterias extremófilas reciben este nombre justamente porque son capaces de soportar condiciones ambientales extremas. Algunas pueden vivir en las fosas oceánicas, soportando presiones muy elevadas, mientras que otras “vuelan” en la parte superior de la atmósfera donde reina el vacio casi absoluto. Otras resisten muy bien los ambientes ácidos o la radiación intensa. Pero la Deinococcus radiodurans tiene la particularidad de soportar casi todo esto a la vez. Es indudable que el ADN de un organismo como ese tiene mucho para enseñarnos.Los biólogos ya han modificado genéticamente ejemplares de este organismo para que ayuda a limpiar mercurio y otras sustancias nocivas. Y en la NASA están viendo como la D. radiodurans puede ayudarnos a conquistar lunas y planetas, ya sea como “compañero de viaje” o introduciendo trozos de su ADN en el nuestro para hacernos iguales de resistentes. Realizar una alteración tan radical de nuestro genoma no parece, hoy por hoy, algo viable, así que es muy probable que modifiquemos a la bacteria para que realice alguna tarea de terraformación por nosotros. Quién sabe, quizás el primer habitante terrestre permanente en Marte o Io sea un ejemplar del pequeño Conan the Bacterium.

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